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Confrontación 1 Sara Medina

Sara Medina, las huellas de la resistencia.

Sara Medina, las huellas de la resistencia

Confrontación 1 Sara Medina
"Confrontación 1"/ Sara Medina

Sara Medina está haciendo una performance, tiene 50 kilos de maseca y los está amasando. Va parte por parte, incorporando. Amasa un pequeño bulto y lo reserva. Agrega  más y más harina, con ternura, esa es su propuesta, su confrontación continua, delicada, certera. Hace conversar la masa con su pulso. Ahora ha terminado un montoncito y está amasando otro, se ha puesto de pie para unirlos, los rueda, como en consecuencia de una furia que armoniza con sus gestos. Con su cuerpo nos habla del peso al que se enfrenta, en él se expresan las huellas de su resistencia: la roja irritación de sus rodillas, las arrugas acentuadas sobre la piel clarísima de sus dedos y la línea en crisis de su columna.  Sara compensa el desgaste con fuerza: a ritmo hunde los puños al interior de su masa y una se conmueve, te conmueves, porque lucha así de sincera su contienda, así de sencillo y complejo es su acto de mantenerse sustancia – íntegra – como la masa contra la que se revela.

 Melissa García Aguirre

«Confrontación 1» de Sara Medina fue ejecutada en el marco del Festival Árido 2019, el 14 de julio del 2019. 

Confrontación 1, performance de Sara Medina
Arte Acción de Sara Medina
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“Ignis” Mujeres artistas jóvenes en Monterreyna

“Ignis” Mujeres artistas jóvenes en Monterreyna

“Ignis” se posicionó contra muchas de las estructuras dominantes del arte. La exposición suma la colaboración de 18 mujeres que se vinculan por fuera de la institución reuniendo representación de todas las escuelas de formación artística en Monterrey. Su curaduría fue realizada no por una, sino por tres jóvenes, quienes concentraron para su propuesta la obra de artistas estudiantes y recién egresadas. Su plataforma fue un espacio independiente cuya dirección realiza Ana Fernanda Cadena, quien se caracteriza por su interés en proyectos que buscan construir discursos desde perspectivas críticas y periféricas. La exposición se inauguró el pasado miércoles 15 de mayo en Espacio en Blanco mostrando net.art, escultura, video, documentación de performance, intervención, ilustración, bordado y fotografía. Los nombres de las participantes – Issa Téllez, Paola Livas, Sara Medina, Ruth Aragón, Mariela Gutiérrez, Monica Delori, Pamela García, Elena Páez, Galilea Roto, Natalia Garza, Dina Ruiz, Anais Tudón, Luciana Villegas y Adelaxd – recibían al público impresos de manera aleatoria sobre el muro que da la bienvenida al espacio, junto al título de la exposición. Acogida seguida por un poema que las curadoras -Aurora Leyva, Eva Carreira y Mariel Prada – colocaron fragmentado y en ascendencia sobre la pared lateral de las escaleras que suben hacia la entrada de la salas.

Todas las propuestas presentes se acercan a sus preguntas desde miradas que se oponen a las formas masculinas de la producción artística, como la idea del genio individual en el caso de Sara Medina o la visión del cuerpo femenino como objeto para la mirada del otro en el Anais Tudón. El problema con la visión masculina no radica en que haya sido creada por hombres, sino en que al ser dominante hace casi imposible acercarnos de otras maneras a las diversas realidades presentes del mundo – dictan una sola – prohíben o incluso etiquetan de patológicas otras formas de sentir, pensar y actuar. Todas y todos ganamos cuando las mujeres se reúnen a producir o divulgar conocimientos desde esas otras y únicas miradas, como en esta exposición.

“Quiero retar ciertas construcciones patriarcales, cuestionarlas, buscar operar de otras maneras…” narra Sara Medina sobre “Ternura 3. (aglutinarse)” video documental que muestra el registro de la performance participativa que realizó el año pasado en Colombia y que parte de ese desplazamiento. Allá Sara extraña la tortilla, se da cuenta que la harina de maíz de Colombia hace otros alimentos y encuentra en el trigo la estrategia para suplir la experiencia de un taco: una forma de mover las manos al comer, una particularidad al abrir la boca, morder, masticar – lenguaje – relación con la cultura y con los otros. Al encontrarse involuntaria en el uso de la tortilla de trigo, hace de esta crisis, del lugar íntimo de su alimentación: una pregunta para desarrollar su búsqueda conceptual sobre la ternura. En el video se esparce harina encima de un plástico directo sobre el piso, las personas conversan sonrientes mientras añaden el agua, amasan, extienden y cocen tortillas de harina. El fanzine que acompaña esta documentación expone que el gluten, presente en el trigo, es la proteína que al hidratarse permite la elasticidad y la formación de redes: el paso del polvo a la masa, de la masa al pan o a la tortilla y la activación de los nutrientes. Pero es este trigo el que ha colonizado tierras, cultivos y cuerpos, el mismo que industrializado provoca intolerancia y que es utilizado aquí con la intención de trastocar temporalmente ese sentido, evocar sus cualidades como aglutinante – construir redes al amasar y conversar -. “Ternura 3. (aglutinarse)” hace visible, desde el interior de la alquimia que implica la cocina, una suerte de tensiones políticas e inconciliables entre el cuerpo y la identidad, la historia y el territorio.

Para el proyecto “Testimonios. Cortina” Elena Paez parte de las visitas a una casa vacía tras la muerte de sus abuelos, toma también un lugar interior para la reflexión y producción de su trabajo. Explica “primero comencé a retratar los cuartos con pintura, después, con el paso del tiempo noté las huellas del elemento de la luz y lo relacioné con el cierre de ciclos, con mis recuerdos familiares, uní esto con la experiencia de la luz por su misma transitoriedad sobre el espacio. Así fue como comencé a retratarla. A la par de ese ejercicio noté que el último elemento en quedar en la casa fueron las cortinas y en su parte central se había generado una decoloración ocasionada por la luz con el paso del tiempo. Tomé las cortinas y empecé a pensar en la elaboración del recuerdo a través de la luz, así fue como llegué al material fotosensible”. En la sala vemos 3 fragmentos de manta que cuelgan del techo, el mayor mide 1 metro por casi 2 de largo, en tonos rosados es visible un patrón diferente de textura sobre cada uno: líneas y grecas que se repiten, pero en cuya impresión vemos irregularidades, como si algo faltara en esas huellas sobre la tela: superficie que lleva también otras marcas, arrugas, grietas. Estos fueron paños que se sumergieron en químico fotosensible dentro de un cuarto oscuro y se dejaron secar para exponerse a la luz bajo las cortinas de los abuelos de Elena, últimos objetos que habitaron una casa y que entre sus funciones estaban la de proteger su interior del mismo elemento al que ahora son expuestas. Elena observa un proceso que también invierte para pensar en las tensiones que se construyen entre los conceptos de casa, tiempo y memoria.

El acto de invertir, trastocar un orden, está presente en el feminismo incluso desde el primer momento que se usó esa palabra para identificarlo. En “Ignis” algunas artistas utilizan esta estrategia no solo desde los lugares del interior, sino desde o hacia plataformas públicas o institucionales, como en “Paraíso restaurativo para la mujer artista” de Issa Téllez y Paola Livas, una agencia de viajes ficticia y en línea cuya intención es criticar, a través de la comedia, las condiciones de desigualdad entre los sexos dentro del arte; o en los bordados sobre grabado de Galilea Roto, quien nos muestra el Parque Fundidora, la iglesia y el Museo Marco de Arte Contemporáneo en llamas. Cuando pregunté a las curadoras si su proyecto expositivo se posesionaba como feminista, Eva comentó “Lo hablamos varias veces y decidimos que sí tiene un trasfondo feminista, pero decidimos no posicionarnos porque no queríamos que la gente nos rechazara por ello”. No es que un proyecto de mujeres tenga que ser feminista solo por ese hecho, algunas de sus corrientes sostienen que nosotras no somos el único sujeto del feminismo, sino todos aquellos con un cuerpo que ha sido patologizado, el problema en el caso de esta exhibición me partió el corazón, las curadoras decidieron no encarnar su propio feminismo porque tuvieron miedo al rechazo. Tuvieron miedo porque es cierto que encarnarlo aún deviene en consecuencias simbólicas y materiales, pero, como denuncia la pieza de Natalia Garza dentro de esta exposición: “WE DON´T TALK ABOUT IT”.

 Melissa García Aguirre

Texto publicado en Archiva Pública el 5 de mayo del 2019   |   https://www.xn--archivapblica-bob.com/ignis-expo-colectiva

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Tahanny Lee Betancourt: una ética de la pérdida

Tahanny Lee Betancourt: una ética de la pérdida

"420 flores y una mujer que canta" 2018 / Tahanny Lee Betancourt

Una voz joven, femenina, habita el espacio por completo — encuéntrame entre las flores — entona desde el interior, como desde un corazón guardado dentro de las cálidas cavidades de otro. Tahanny Lee Betancourt ejerce en su obra el duelo como práctica estética y pronunciamiento moral frente a la pérdida: única posibilidad, si es que existe, de acercarnos a algo parecido a la justicia ante el dolor que nos provocan la desaparición y la muerte. Es como si de alguna manera, trabajara con el doblamiento y desdoblamiento de la memoria enuncia sobre su instalación “420 flores y una mujer que canta” (2018). “Encuéntrame entre las flores, encuéntrame entre sus ramas ¿a dónde se fue mi hermana? ¿a dónde y por qué ya no me habla?” se pregunta esa voz sin cuerpo que hace vibrar el propio. Al entrar se observa un cubo, delgados barrotes y amplias hojas de madera conforman su estructura, su techo se eleva cubierto y justo al centro de sus caras laterales se abren pequeñas y cuadradas ventanas, una por cada cara. Ahí están — adentro — suspendidas al nivel de las aberturas, con el corte del tallo arriba y los pétalos apuntando al suelo: las 420 flores del funeral de Tamara. Entre los vacíos que se componen al límite de sus cuerpos — secos —  al fondo se hace visible la piel interna de este cuarto,  las ventanas por donde se asoman otros y sus miradas, que se encuentran con la tuya como espejos. No estamos solos entre las flores. Somos a la vez testigo y testimonio. En lo profundo, al inferior del cubo, sentada bajo las reliquias aromáticas, se encuentra la mujer que canta. Tahanny Lee señala el hecho de que vivir es hablar, pero no solo hablar para uno mismo, sino hablarnos los unos a los otros y si la catástrofe de la muerte está evidentemente presente: la ausencia ¿por qué habríamos de evadirla en nuestro diálogo? El dolor de no volver a escuchar la voz que encarna un ser amado no tiene por qué someterse a la domesticación de la cultura. No hay pautas generales a las que podemos reducir nuestras tragedias, ni formas dignas de dedicarnos al olvido. Nuestra única opción — legitima — sostiene el grueso de la obra de esta artista, es la defensa de la memoria: la pregunta por una ética personal y colectiva que nos permita establecerla.

Exposición "Encuéntrame entre las flores" 2018 Tahanny Lee / Galería Emma Molina

Indagación que comienza Tahanny Lee en el 2012 con “Ceremonia de despedida”:

Sin hacer absolutamente nada de mi día cotidiano: saqué todos los muebles de mi cuarto y coloqué una manta de extremo a extremo en uno de los muros, pinté todo el día. Pinté, cubrí; volví a pintar, volví a cubrir, estuve pintando horas, no importaba lo que hubiera  pintado, sino guardar el primer aniversario de su muerte en un pedacito de tela.

¿Qué hay, además de una delicada y dolorosa belleza, en el acto de este vaciamiento? El dejarse abandonar por los cuerpos que habitan el cuarto propio, hacerle un homenaje al abismo en el diálogo consigo misma — para guardar — pero al mismo tiempo para renacer. Porque en la gestación de ese diálogo es que se reorigina a sí misma, al llevarlo al terreno del arte introduce algo nuevo en el mundo y en el hecho transversal que abarcan ambos gestos, como uno solo, es que su acto se vuelve político ¿qué sería de este mundo si todos nos hiciéramos cargo de nuestro dolor? Hacer del arte un terreno para explorar el desconsuelo es una forma de dignificarlo, como en todo el trabajo de Tahanny Lee, el entramado va de un lado a otro y de reversa: dignifica a la práctica artística tanto como a la pérdida sin olvidarse de los espacios a donde pertenecen. Similar a la diversidad de estrategias que nos adoptan ante el duelo, desarrolla su producción a través de múltiples medios — lenguajes — con la atinada particularidad de implicarlos en actos que consienten la aparición de lo íntimo y lo familiar en lo público y lo artístico. 

"Ceremonia de despedida" 2012 Tahanny Lee (fragmento)
I made them watch" 2013 Tahanny Lee (fragmento)

Para “I made them watch” (2013) Quería ir al lugar donde habíamos estado juntas vivas por última vez, ese lugar era el departamento donde había vivido con mi exnovio y él todavía vivía ahí. Le pedí que me dejara entrar. Adentro tomó el vestido que la cubrió durante el funeral de su hermana y lo vistió de nuevo un año después del acontecimiento, transgrediendo el tiempo tradicional del ritual funerario, haciendolo elástico. Tomó unas tijeras y cortó el vestido por la mitad sobre su vientre. Arturo, su exnovio y aún habitante de la casa, se encargaba mientras de la selección musical; Priscila Mier creaba el registro documental de la pieza y el curador Octavio Avedaño le hacía preguntas sobre su relación con Tamara. Aquí primero está el cuerpo, donde está el de Tahanny aparece el nuestro y el de todos nuestros muertos. El suyo porque está literalmente presente para compensar la ausencia, es imposible vivir sin resarcirla. El nuestro porque ninguno de nosotros es ajeno a la pérdida y el de todos nuestros muertos porque tampoco lo fueron, pero sobre todo porque en el nuestro — presente -— se almacenan los huecos que dejaron. Después, está el objeto — el vestido — como fiel contenedor de memoria. Finalmente: el corte, la despedida imposible de una despedida y su hendidura que cercena en línea hacia todas direcciones, todos los objetos y todos los cuerpos contienen o contendrán su marca. Un año después de esta ceremonia, la artista solicitó a Priscila, Arturo y Octavio que escribieran un texto sobre sus recuerdos de aquella noche: señalando, una vez más, la relación de la memoria con el tiempo y el testimonio. Declaraciones que colocó en tres libros negros atados con un hilo oscuro a los restos del vestido, vestigios. Tahanny Lee se resiste con su obra a la marginación de la pérdida al exclusivo terreno de lo privado, niega el mandato del duelo como ejercicio en solitario e insiste en la responsabilidad de actuar en función de la verdad irrevocable de la ausencia, en dejar de huir de los lugares en donde habita y en detener la absolución de participación a los involucrados, pero ¿quiénes si no somos todos, como humanidad, los involucrados en la pérdida? ¿cuáles, si no son absolutamente todos los espacios, incluido el arte, los lugares para dialogarla? Su trabajo es un llamado moral porque nos convoca alrededor de la injusticia que encierra la banalización del duelo y un acto político porque transgrede los dispositivos sociales, culturales y económicos que se encargan perpetuamente de homogeneizarlo. Esta artista, aunque parte de la pérdida, lo que hace es pugnar por el reconocimiento de la necesidad de una ética de VIDA que la incluya: lo que nos dice es que vivir es hablar entre nosotros y que solo podemos hacerlo si nos permitimos estar juntos, juntos vivos.

 

Fragmento de la ponencia «Tahanny Lee Betancourt: una ética de la pérdida» 1er Coloquio de Mujeres Artistas del Noreste Nelly Campobello. Durango, México 2019.

 Melissa García Aguirre

 Tahanny Lee Betancourt

https://tahannylee.com

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