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Tahanny Lee Betancourt: una ética de la pérdida

Tahanny Lee Betancourt: una ética de la pérdida

"420 flores y una mujer que canta" 2018 Tahanny Lee Betancourt / Galería Emma Molina
"420 flores y una mujer que canta" 2018 / Tahanny Lee Betancourt

Una voz joven, femenina, habita el espacio por completo — encuéntrame entre las flores — entona desde el interior, como desde un corazón guardado dentro de las cálidas cavidades de otro. Tahanny Lee Betancourt ejerce en su obra el duelo como práctica estética y pronunciamiento moral frente a la pérdida: única posibilidad, si es que existe, de acercarnos a algo parecido a la justicia ante el dolor que nos provocan la desaparición y la muerte. Es como si de alguna manera, trabajara con el doblamiento y desdoblamiento de la memoria enuncia sobre su instalación “420 flores y una mujer que canta” (2018). “Encuéntrame entre las flores, encuéntrame entre sus ramas ¿a dónde se fue mi hermana? ¿a dónde y por qué ya no me habla?” se pregunta esa voz sin cuerpo que hace vibrar el propio. Al entrar se observa un cubo, delgados barrotes y amplias hojas de madera conforman su estructura, su techo se eleva cubierto y justo al centro de sus caras laterales se abren pequeñas y cuadradas ventanas, una por cada cara. Ahí están — adentro — suspendidas al nivel de las aberturas, con el corte del tallo arriba y los pétalos apuntando al suelo: las 420 flores del funeral de Tamara. Entre los vacíos que se componen al límite de sus cuerpos — secos —  al fondo se hace visible la piel interna de este cuarto,  las ventanas por donde se asoman otros y sus miradas, que se encuentran con la tuya como espejos. No estamos solos entre las flores. Somos a la vez testigo y testimonio. En lo profundo, al inferior del cubo, sentada bajo las reliquias aromáticas, se encuentra la mujer que canta. Tahanny Lee señala el hecho de que vivir es hablar, pero no solo hablar para uno mismo, sino hablarnos los unos a los otros y si la catástrofe de la muerte está evidentemente presente: la ausencia ¿por qué habríamos de evadirla en nuestro diálogo? El dolor de no volver a escuchar la voz que encarna un ser amado no tiene por qué someterse a la domesticación de la cultura. No hay pautas generales a las que podemos reducir nuestras tragedias, ni formas dignas de dedicarnos al olvido. Nuestra única opción — legitima — sostiene el grueso de la obra de esta artista, es la defensa de la memoria: la pregunta por una ética personal y colectiva que nos permita establecerla.

Exposición "Encuéntrame entre las flores" 2018 Tahanny Lee / Galería Emma Molina

Indagación que comienza Tahanny Lee en el 2012 con “Ceremonia de despedida”:

Sin hacer absolutamente nada de mi día cotidiano: saqué todos los muebles de mi cuarto y coloqué una manta de extremo a extremo en uno de los muros, pinté todo el día. Pinté, cubrí; volví a pintar, volví a cubrir, estuve pintando horas, no importaba lo que hubiera  pintado, sino guardar el primer aniversario de su muerte en un pedacito de tela.

¿Qué hay, además de una delicada y dolorosa belleza, en el acto de este vaciamiento? El dejarse abandonar por los cuerpos que habitan el cuarto propio, hacerle un homenaje al abismo en el diálogo consigo misma — para guardar — pero al mismo tiempo para renacer. Porque en la gestación de ese diálogo es que se reorigina a sí misma, al llevarlo al terreno del arte introduce algo nuevo en el mundo y en el hecho transversal que abarcan ambos gestos, como uno solo, es que su acto se vuelve político ¿qué sería de este mundo si todos nos hiciéramos cargo de nuestro dolor? Hacer del arte un terreno para explorar el desconsuelo es una forma de dignificarlo, como en todo el trabajo de Tahanny Lee, el entramado va de un lado a otro y de reversa: dignifica a la práctica artística tanto como a la pérdida sin olvidarse de los espacios a donde pertenecen. Similar a la diversidad de estrategias que nos adoptan ante el duelo, desarrolla su producción a través de múltiples medios — lenguajes — con la atinada particularidad de implicarlos en actos que consienten la aparición de lo íntimo y lo familiar en lo público y lo artístico. 

"Ceremonia de despedida" 2012 Tahanny Lee (fragmento)
I made them watch" 2013 Tahanny Lee (fragmento)

Para “I made them watch” (2013) Quería ir al lugar donde habíamos estado juntas vivas por última vez, ese lugar era el departamento donde había vivido con mi exnovio y él todavía vivía ahí. Le pedí que me dejara entrar. Adentro tomó el vestido que la cubrió durante el funeral de su hermana y lo vistió de nuevo un año después del acontecimiento, transgrediendo el tiempo tradicional del ritual funerario, haciendolo elástico. Tomó unas tijeras y cortó el vestido por la mitad sobre su vientre. Arturo, su exnovio y aún habitante de la casa, se encargaba mientras de la selección musical; Priscila Mier creaba el registro documental de la pieza y el curador Octavio Avedaño le hacía preguntas sobre su relación con Tamara. Aquí primero está el cuerpo, donde está el de Tahanny aparece el nuestro y el de todos nuestros muertos. El suyo porque está literalmente presente para compensar la ausencia, es imposible vivir sin resarcirla. El nuestro porque ninguno de nosotros es ajeno a la pérdida y el de todos nuestros muertos porque tampoco lo fueron, pero sobre todo porque en el nuestro — presente -— se almacenan los huecos que dejaron. Después, está el objeto — el vestido — como fiel contenedor de memoria. Finalmente: el corte, la despedida imposible de una despedida y su hendidura que cercena en línea hacia todas direcciones, todos los objetos y todos los cuerpos contienen o contendrán su marca. Un año después de esta ceremonia, la artista solicitó a Priscila, Arturo y Octavio que escribieran un texto sobre sus recuerdos de aquella noche: señalando, una vez más, la relación de la memoria con el tiempo y el testimonio. Declaraciones que colocó en tres libros negros atados con un hilo oscuro a los restos del vestido, vestigios. Tahanny Lee se resiste con su obra a la marginación de la pérdida al exclusivo terreno de lo privado, niega el mandato del duelo como ejercicio en solitario e insiste en la responsabilidad de actuar en función de la verdad irrevocable de la ausencia, en dejar de huir de los lugares en donde habita y en detener la absolución de participación a los involucrados, pero ¿quiénes si no somos todos, como humanidad, los involucrados en la pérdida? ¿cuáles, si no son absolutamente todos los espacios, incluido el arte, los lugares para dialogarla? Su trabajo es un llamado moral porque nos convoca alrededor de la injusticia que encierra la banalización del duelo y un acto político porque transgrede los dispositivos sociales, culturales y económicos que se encargan perpetuamente de homogeneizarlo. Esta artista, aunque parte de la pérdida, lo que hace es pugnar por el reconocimiento de la necesidad de una ética de VIDA que la incluya: lo que nos dice es que vivir es hablar entre nosotros y que solo podemos hacerlo si nos permitimos estar juntos, juntos vivos.

 

Fragmento de la ponencia «Tahanny Lee Betancourt: una ética de la pérdida» 1er Coloquio de Mujeres Artistas del Noreste Nelly Campobello. Durango, México 2019.

 Melissa García Aguirre

 Tahanny Lee Betancourt

https://tahannylee.com

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