“Ignis” Mujeres artistas jóvenes en Monterreyna
“Ignis” se posicionó contra muchas de las estructuras dominantes del arte. La exposición suma la colaboración de 18 mujeres que se vinculan por fuera de la institución reuniendo representación de todas las escuelas de formación artística en Monterrey. Su curaduría fue realizada no por una, sino por tres jóvenes, quienes concentraron para su propuesta la obra de artistas estudiantes y recién egresadas. Su plataforma fue un espacio independiente cuya dirección realiza Ana Fernanda Cadena, quien se caracteriza por su interés en proyectos que buscan construir discursos desde perspectivas críticas y periféricas. La exposición se inauguró el pasado miércoles 15 de mayo en Espacio en Blanco mostrando net.art, escultura, video, documentación de performance, intervención, ilustración, bordado y fotografía. Los nombres de las participantes – Issa Téllez, Paola Livas, Sara Medina, Ruth Aragón, Mariela Gutiérrez, Monica Delori, Pamela García, Elena Páez, Galilea Roto, Natalia Garza, Dina Ruiz, Anais Tudón, Luciana Villegas y Adelaxd – recibían al público impresos de manera aleatoria sobre el muro que da la bienvenida al espacio, junto al título de la exposición. Acogida seguida por un poema que las curadoras -Aurora Leyva, Eva Carreira y Mariel Prada – colocaron fragmentado y en ascendencia sobre la pared lateral de las escaleras que suben hacia la entrada de la salas.
Todas las propuestas presentes se acercan a sus preguntas desde miradas que se oponen a las formas masculinas de la producción artística, como la idea del genio individual en el caso de Sara Medina o la visión del cuerpo femenino como objeto para la mirada del otro en el Anais Tudón. El problema con la visión masculina no radica en que haya sido creada por hombres, sino en que al ser dominante hace casi imposible acercarnos de otras maneras a las diversas realidades presentes del mundo – dictan una sola – prohíben o incluso etiquetan de patológicas otras formas de sentir, pensar y actuar. Todas y todos ganamos cuando las mujeres se reúnen a producir o divulgar conocimientos desde esas otras y únicas miradas, como en esta exposición.
“Quiero retar ciertas construcciones patriarcales, cuestionarlas, buscar operar de otras maneras…” narra Sara Medina sobre “Ternura 3. (aglutinarse)” video documental que muestra el registro de la performance participativa que realizó el año pasado en Colombia y que parte de ese desplazamiento. Allá Sara extraña la tortilla, se da cuenta que la harina de maíz de Colombia hace otros alimentos y encuentra en el trigo la estrategia para suplir la experiencia de un taco: una forma de mover las manos al comer, una particularidad al abrir la boca, morder, masticar – lenguaje – relación con la cultura y con los otros. Al encontrarse involuntaria en el uso de la tortilla de trigo, hace de esta crisis, del lugar íntimo de su alimentación: una pregunta para desarrollar su búsqueda conceptual sobre la ternura. En el video se esparce harina encima de un plástico directo sobre el piso, las personas conversan sonrientes mientras añaden el agua, amasan, extienden y cocen tortillas de harina. El fanzine que acompaña esta documentación expone que el gluten, presente en el trigo, es la proteína que al hidratarse permite la elasticidad y la formación de redes: el paso del polvo a la masa, de la masa al pan o a la tortilla y la activación de los nutrientes. Pero es este trigo el que ha colonizado tierras, cultivos y cuerpos, el mismo que industrializado provoca intolerancia y que es utilizado aquí con la intención de trastocar temporalmente ese sentido, evocar sus cualidades como aglutinante – construir redes al amasar y conversar -. “Ternura 3. (aglutinarse)” hace visible, desde el interior de la alquimia que implica la cocina, una suerte de tensiones políticas e inconciliables entre el cuerpo y la identidad, la historia y el territorio.
Para el proyecto “Testimonios. Cortina” Elena Paez parte de las visitas a una casa vacía tras la muerte de sus abuelos, toma también un lugar interior para la reflexión y producción de su trabajo. Explica “primero comencé a retratar los cuartos con pintura, después, con el paso del tiempo noté las huellas del elemento de la luz y lo relacioné con el cierre de ciclos, con mis recuerdos familiares, uní esto con la experiencia de la luz por su misma transitoriedad sobre el espacio. Así fue como comencé a retratarla. A la par de ese ejercicio noté que el último elemento en quedar en la casa fueron las cortinas y en su parte central se había generado una decoloración ocasionada por la luz con el paso del tiempo. Tomé las cortinas y empecé a pensar en la elaboración del recuerdo a través de la luz, así fue como llegué al material fotosensible”. En la sala vemos 3 fragmentos de manta que cuelgan del techo, el mayor mide 1 metro por casi 2 de largo, en tonos rosados es visible un patrón diferente de textura sobre cada uno: líneas y grecas que se repiten, pero en cuya impresión vemos irregularidades, como si algo faltara en esas huellas sobre la tela: superficie que lleva también otras marcas, arrugas, grietas. Estos fueron paños que se sumergieron en químico fotosensible dentro de un cuarto oscuro y se dejaron secar para exponerse a la luz bajo las cortinas de los abuelos de Elena, últimos objetos que habitaron una casa y que entre sus funciones estaban la de proteger su interior del mismo elemento al que ahora son expuestas. Elena observa un proceso que también invierte para pensar en las tensiones que se construyen entre los conceptos de casa, tiempo y memoria.
El acto de invertir, trastocar un orden, está presente en el feminismo incluso desde el primer momento que se usó esa palabra para identificarlo. En “Ignis” algunas artistas utilizan esta estrategia no solo desde los lugares del interior, sino desde o hacia plataformas públicas o institucionales, como en “Paraíso restaurativo para la mujer artista” de Issa Téllez y Paola Livas, una agencia de viajes ficticia y en línea cuya intención es criticar, a través de la comedia, las condiciones de desigualdad entre los sexos dentro del arte; o en los bordados sobre grabado de Galilea Roto, quien nos muestra el Parque Fundidora, la iglesia y el Museo Marco de Arte Contemporáneo en llamas. Cuando pregunté a las curadoras si su proyecto expositivo se posesionaba como feminista, Eva comentó “Lo hablamos varias veces y decidimos que sí tiene un trasfondo feminista, pero decidimos no posicionarnos porque no queríamos que la gente nos rechazara por ello”. No es que un proyecto de mujeres tenga que ser feminista solo por ese hecho, algunas de sus corrientes sostienen que nosotras no somos el único sujeto del feminismo, sino todos aquellos con un cuerpo que ha sido patologizado, el problema en el caso de esta exhibición me partió el corazón, las curadoras decidieron no encarnar su propio feminismo porque tuvieron miedo al rechazo. Tuvieron miedo porque es cierto que encarnarlo aún deviene en consecuencias simbólicas y materiales, pero, como denuncia la pieza de Natalia Garza dentro de esta exposición: “WE DON´T TALK ABOUT IT”.
Melissa García Aguirre
Texto publicado en Archiva Pública el 5 de mayo del 2019 | https://www.xn--archivapblica-bob.com/ignis-expo-colectiva